Fuimos consultados, junto con otros especialistas acerca de los modos de “vivir conectados”. La nota gira alrededor de la “dependencia” de las tecnologías digitales.
Nuestra perspectiva fue matizar, contextualizar, e historizar, para evitar definiciones rápidas y simplistas. Compartimos la ruta con Balaguer y Finquelievich.
Mensajes de texto, e-mails, foros, redes sociales y hasta videojuegos. La dependencia con los aparatos tecnológicos “funciona” las 24 horas del día. ¿La hiperconectividad puede generar una nueva adicción?
“Estamos inmersos en una tecnocultura; en particular, los llamados ‘nativos digitales’”, define el psicólogo Sergio Balardini, del programa de estudios de juventud de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). “Los celulares, el correo electrónico, las redes sociales e, incluso, los videojuegos son herramientas que pueden pensarse como espacios de relación con los otros. Son ‘organizadores sociales’, lugares de encuentro ‘virtual’, que facilitan estar comunicados con terceros. En general, no creo que haya dependencia, sino uso, y, si se quiere, un exceso de dedicación que hace que otras actividades, tareas o responsabilidades queden subordinadas”.
“Este tipo de redes sociales es extremadamente atractivo por su capacidad de mostrar las vidas ajenas y hacer circular dichos, imágenes e ideas”, opina el psicólogo Roberto Balaguer Prestes... “La fascinación se va intensificando en la medida en que el usuario alcanza una masa crítica de amigos y se acostumbra a recibir respuestas cada vez más rápido. Aquí aparecen el sentido de pertenencia, la integración social y la mera diversión brindada por la socialización de encuentro, reencuentro y también de conquista. La Red permite ampliar el capital social digital y ofrece, como nunca antes y a través del intercambio de contenidos, oportunidades de destaque y liderazgo”.
“La tecnología hizo que el tiempo haya sufrido una especie de aceleramiento y globalización. Vivimos pendientes de las utilidades que nos brindan los aparatos tecnológicos. ¿Quiénes les sacan mayor provecho? Por definición, los adolescentes, ya que tienen una enorme necesidad de comunicación, aunque siempre la tuvieron. ¿O ya no recordamos cuando, apenas llegaban a casa, llamaban por teléfono al compañero del colegio que habían visto hacía una hora?”, plantea Susana Finquelievich, investigadora del CONICET.
“No creo que haya quienes se comuniquen sólo a través de la tecnología –aporta Balardini–. De todos modos, hasta hace muy poco, cuando aún no había Internet, buena parte de las comunicaciones humanas se realizaban por teléfono y fax. Es decir, aparatos tecnológicos. Hay que recordar que, tras la invención del teléfono, muchos decretaban que sería el fin de la comunicación cara a cara. No sólo no fue así, sino que el teléfono resultó fundamental para el mundo social y productivo. Por supuesto, no todos tenían teléfono, como hoy no todos tienen acceso a Internet. Las diferencias sociales no desaparecen con la tecnología. Y la vida social tampoco”.
Ante la postura de que los lazos generados a través de la tecnología resultan más “volátiles”, Finquelievich responde que, por el contrario, se fortalecieron (aun entre gente que ya se conocía). “Con la llegada del e-mail, se encara otro tipo de relación con un amigo. No creo que se destinen menos horas a la conexión física por la vinculación virtual. Yo vivo conectada, pero eso no me hace ver menos a mis afectos. Para el sociólogo español Manuel Castells, es falsa la aparente ‘desconexión’. Para él, a mayor capital social, mayor comunicación, tanto presencial, como en Red”, destaca la especialista.
Otras de las ventajas, bajo la lupa de Balardini, son su potencial productivo, el facilitar la acción colaborativa, el pasar de ser meros consumidores a ser productores de contenidos y el de acceder fácilmente a una información amplia, plural y actualizada (previo chequeo, validación, contrastación y contextualización).
No obstante, Balaguer Prestes advierte que “perder de vista el mundo afectivo es el principal riesgo en la comunicación tecnológica. La ilusión de descubrir ‘mejor gente’ en el mundo virtual, a la larga, se derrumba. La gente es gente en todos los entornos, lo que cambia es el soporte de la comunicación”. En la misma línea, Balardini concluye: “Hay que tratar de no creer que la tecnología tiene la capacidad de cambiar la vida y de generar, por sí misma, una sociedad mejor”.
Nota completa: Vidas conectadas; Revista Nueva; 31-05-09.
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