Con frecuencia nos encontramos en algún debate en dónde se presenta, una vez más, la cuestión de qué/quién esta al servicio de quién/qué, si la tecnología al servicio del hombre (y la mujer, es necesario señalar), o bien, al revés, el hombre al servicio de la tecnología.
Este debate tiene múltiples aspectos que considerar: económicos, políticos (e idológicos) y culturales (valorativos). Aunque estos últimos parezcan los únicos o más relevantes. Y, en todos los casos, terminamos discutiendo sobre la sociedad de consumo, el consumismo como modo de vivir en el capitalismo avanzado, las consecuencias en el impacto sobre el medio ambiente... hasta terminar... discutiendo el sentido de la vida! Con cuidado, claro, no vaya a ser que frente a cada compra de un nuevo celular, o cada vez que veamos a alguien chateando, terminemos (empecemos) a discutir escatológicamente sobre los fines últimos... nos convertiríamos, en personas un tanto molestas e irritantes; como esas moscas que revolotean y vuelven con su zumbido una y otra vez. Hasta que acaban con ellas.
Y, sin embargo, no esta de más, dar la discusión cada tanto. Reflexionar sobre lo que algunos podrían llamar "calidad de vida", que seguramente depende en buena medida de la "calidad de los vínculos" que hayamos construido. Pero como todo tiene que ver con todo (¿los famosos "seis puntos de separación"?) resulta que esos vínculos son nuestros afectos y los modos en que construimos con ellos (psicoanálisis mediante, algo descubriremos). Ahora bien, desde que constituimos sociedad las relaciones interhumanas estan mediadas por tecnología (recordar "natura y nurtura"), y, evolutivamente, la presencia de la tecnología se va haciendo mayor. ¿Qué es lo nuevo entonces, si desde siempre acontece el despliegue tecnológico en las relaciones humanas y como contexto mismo de su despliegue? Lo nuevo, pensamos, es la velocidad y la potencia tecnológica. Temas sobre los que volveremos.
Y aprovecho la reflexión para acercar algunas líneas de la "Editorial" de la revista "Comunicarnos", de la Comisión de Niñez y Adolescencia del Arzobispado de Buenos Aires, quienes preocupados y ocupados por el tema han dedicado el número de marzo de este año, a tratar la cuestión. Desde una posición ajena a esta institución, me pareció, por un lado, una buena "proposición", y, por otro, la idea de que desde lugares diferentes se pueden acordar lecturas convergentes.
Extracto:
En el plano concreto que nos ocupa y mirando el tema de la niñez surge: ¿cómo ayudar a los niños a equilibrar el uso de las "nuevas pantallas" (televisor, internet, videojuegos, teléfonos móviles, etc.) con otras realidades como el estudio, la familia o las relaciones interpersonales?
(...)
Estamos inmersos en el desarrollo de esta era y nos es difícil calibrarla en perspectiva, pero desearíamos para ella todas las virtudes. Tomemos algunas de las que parecen más urgentes, y que muchos grupos trabajan para promover:
- Que se haga a medida de la persona, de toda la persona, y de todas las personas.
- Que salvaguarda y potencie la libertad de los individuos.
- Que, más allá de la mera búsqueda del lucro, se ponga al servicio de la comunión y el progreso de los pueblos.
- Que favorezca dinámicas de inclusión y no de exclusión, contribuyendo a recomponer el tejido social.
- Que los nuevos vínculos interpersonales favorecidos por esa tecnología integren toda la densidad que implica toda relación humana en sí misma.
- Que las innovaciones técnicas se introduzcan respetando el ritmo de asimilación humana sin angustias.
Dejarse llevar por el gusto del descubrimiento sin salvaguardar el criterio que procede de una visión más profunda nos haría vivir el mito de Icaro, en pos del vuelo hacia la libertad absoluta, se acerca cada vez más al sol, olvidando que sus alas son de cera. Paga con la caída y la muerte el precio de la ilusión".
Bien, hasta allí el texto de la Comisión de Niñez. Compartimos en buena medida. Y nos gustaría agregar que por ser tan enorme el desafío son tantas las instituciones u organizaciones que se ven impelidas a participar de esta transformación para convertirla en virtuosa, nadie esta excluido de ella, todos tienen -tenemos- obligaciones y responsabilidades de las que ocuparse/nos.
Por otra parte, la sociedad civil y el Estado (en primer lugar) son -deberían ser- actores imprescindibles, porque el mercado, sin su necesario contrapeso, no pasa a modo "Responsabilidad Social Empresaria" (RSE) sino a modo lucro irrestricto. Sin moderación y con intervenciones bastante salvajes. Respetarían acaso, "Que las innovaciones técnicas se introduzcan respetando el ritmo de asimilación humana sin angustias", sin dudas, no. Por no mencionar la profundización de la desigualdad, que sólo la decisión política y una ciudadanía activa que lucha por los derechos, esta en condiciones de superar.
Actualización:
Un artículo de interés, que merece leerse: "La vida y la máquina", de José Luis Pardo, en El País de España; 18/06/2011.
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